Dejadlas crecer juntos
Ilmo. Mons. José A. Sánchez.- Oración y ayuno son los medios que el Papa Francisco nos ha recomendado a todos los miembros del pueblo de Dios, ante el dolor causado a las víctimas y el escándalo que los abusos a menores y frágiles por algunos miembros del clero o de institutos religiosos provocan en la iglesia y en toda la sociedad.
Estos días estoy leyendo infinidad de artículos publicados por creyentes y no tanto, por sacerdotes, abadesas, laicos comprometidos y un largo etc. Artículos interesantes y con tonos, los más, apocalípticos y sombríos posibles. La esperanza brilla por su ausencia, la alegría en pequeñas dosis, ambas tan presentes siempre en el Evangelio.
Me duele el pecado y el dolor que provocamos los miembros de la Iglesia. Con mayor intensidad, si quienes lo provocamos somos pastores, pero me duele igualmente la falta de esperanza, alegría y misericordia de los articulistas cristianos.
Qué poca dulzura, qué poca capacidad de aceptación de que el pecado y la Gracia están en lucha permanente en la historia de la salvación.
No es difícil señalar las arrugas de la madre Iglesia, son muchas y muy variadas. Es más difícil evidenciar sus bellezas a pesar de los casi 2000 años de andadura.
Artículos, aparentemente evangélicos, que olvidan una enseñanza del Maestro a sus discípulos, cuando arrebatados de fervor querían lanzarse a la tarea de arrancar la cizaña: “dejadlas crecer juntos”, no sea que arrancando la cizaña arranquéis también el trigo .
No es fácil asumir que hemos e convivir con la cizaña, también con la que nosotros mismos sembramos. Por eso me uno con humildad a la petición de Francisco: oración y ayuno y a la del otro Francisco, el pobre de Asís: “No quiero ir contra la Iglesia, quiero ir a favor del evangelio que es su corazón“.
Termino con las palabras del Maestro ante la tentación de crear cuadrillas de voluntarios arrancadores de cizaña. “Dejadlas crecer juntas“.
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