Entre Moros y Cristianos
¡El tiempo pasa volando! Parece que fue ayer cuando volvíamos de Granada y ya estamos de nuevo en la carretera, rumbo a Ardales. Todavía con el frescor de las primeras horas de la mañana, caminamos a través de pinos, encinas, retamas y romeros para llegar al comienzo del Caminito del rey.
Tras equiparnos con cascos y recibir instrucciones de los monitores empezamos a caminar por las pasarelas. Atravesamos las gargantas producidas por la erosión constante del río Guadalhorce, rodeado de golondrinas y aviones que volaban cerca de nuestras cabezas. ¡Mejor no mirar hacia abajo! Todavía, bajo las pasarelas, se mantienen los antiguos caminos que usaban los operarios de la antigua presa… Una vez en campo abierto, una parada a la sombra de la arboleda, junto a un manantial natural, para reponer las fuerzas con un desayuno compartido y buscar renacuajos en las charcas.
Nos pusimos en ruta para la segunda y última garganta del caminito. Roca desnuda a un lado, aire al otro… nos encontramos con unos escaladores descansando, un fósil de ammonites en la roca o algunas orquídeas en las grietas. Un paseo maravilloso hasta llegar a la pasarela que nos suspendió por unos minutos en el aire… ¡sin palabras!
Terminamos el recorrido, dejamos los cascos y comimos nuestro almuerzo a la sombra de una pérgola en El chorro. Tras descansar, nos trasladamos en bus hasta las ruinas de Bobastro. Ninguno de nosotros imaginaba que en plena naturaleza existió una vez una ciudad capaz de rivalizar en tamaño y población a Córdoba… El rebelde Bobastro se alzó contra el Califato de Córdoba y allí construyó su ciudad. Junto a nuestra guía vimos restos de canteras, aljibes y calles hasta llegar a una iglesia tallada en piedra. Entre sus ruinas jugamos e imaginábamos las naves, el altar y las distintas plantas.
Terminada la visita, volvimos a casa agotados, pero llenos de naturaleza y de belleza.
¡No hay nada como una buena excursión en el campo!
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